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PRÓLOGO

 

      Este libro convence de que el escritor es un observador sensible y comprometido con las cosas pequeñas y profundas del hacer de todos los días. Su lectura deja en nuestro espíritu, una infinita sensación de dulzura por los personajes que pueblan sus relatos y, una alegre visión de la vida.

 

      La aventura que el lector emprende al leer estas páginas lo hará sorprenderse con la forma descriptiva y el colorido de la narración. La melancolía los hará vivir una complicidad con un Bariloche que ya no es, o una esquina que ya no existe o con unos niños con mirada de viejos.

 

      Sin falsos sentimentalismos el autor observa a sus personajes con ojos comprensivos y crea en sus relatos un universo absolutamente equilibrado, en donde puede ir desde el pasado nostálgico y rescatar su propia infancia, hasta situarnos en un presente inmediato y contarnos el amor entre un pescador y una muchacha con mirada de mar, o retratarnos al loquito del pueblo que en su sabiduría borrosa planea un porvenir a través de los hijos.

 

      La llaneza literaria, el rescate de un lenguaje popular, la construcción de metáforas desde la ternura y la ingenuidad: ¨anda en el aire un milagro de vida, tan bello de verlo, pájaro y hombre, uno del suelo el otro del cielo, unidos los dos en este instante, que parece eterno¨.

 

      El humor conjurando la angustia hacen que el estilo del autor sea un laberinto en apariencia sencillo, pero del que sólo se sale descubriendo que la palabra utilizada nos remite en espejo, a vivencias compartidas a través de una sonrisa nostálgica o un recuerdo hasta hoy olvidado.

 

      El pacto de ficción que toda obra literaria exige y, que termina cuando se cierra el libro, en este caso no sucederá así, porque Edgardo Lanfré hace que sus lectores descubran que en el entramado textual de sus cuentos y poesías se cuela la vida con su maravillosa realidad.

 

Graciela Sola            

 

 

Cuentos de "Cosas del Pago"

 

 

SERVICIO SOCIAL

 

 

 

      Hay que estar en el campo, en la casa de algún paisano, para darse cuenta y tomar real dimensión de lo que significa el "social" de la radio. Se suspenden todas las tareas de la casa y se acercan al receptor, para escuchar calladitos, “como en misa”: si hay algún mensaje en particular, enterarse de las cosas del pago, cómo evoluciona algún enfermo, fallecimientos, si tuvo familia la hija o la señora de fulano, si hay que encerrar los animales (para aquellos que son encargados de algún campo), si van a desparasitar perros, si viaja alguien con "lo convenido", etc.

      He visto gente que tiene guardadas las pilas y sólo las coloca en el receptor, cerca de la hora del social, pues andan flojas de carga y hasta que no vayan al pueblo, hay que hacerlas tirar y utilizarlas para lo estrictamente necesario.

También está la otra parte: recibir los mensajes en la emisora. Vienen redactados de puño y letra y a veces, hay que descifrarlos o intentar transcribir en términos radiales lo que se quiere comunicar. Esta es una tarea muy delicada, por cuanto se trata de alterar lo mínimo posible el mensaje. Hacerlo, puede dar como resultado que el receptor no lo entienda.

      Un párrafo aparte merecen los locutores, quienes deben poseer una cancha muy particular para ir leyendo los avisos. Estaba leyendo el social de las dos de la tarde, un trabajador de la radio, que intentaba hacer sus primeras armas como locutor. Tiraba a “trabucarse” por ahí; entre nervios, capacidad de lectura y falta de anteojos… vaya uno a saber. Venía derrapando, pero venía. De pronto se escuchó: “SE COMUNICA A RAQUEL, DE TRES CERROS, QUE GABI NO VIAJA MAÑANA...”. Luego de un silencio, se escuchó nuevamente: “REITERAMOS. A RAQUEL, DE PARAJE TRES CERROS, QUE GABINO VIAJA MAÑANA…”

 

      Se sabe escuchar seguido, sobre todo cerca de las fiestas, que le comunican a alguno: "que traiga lo convenido...” Todos sabemos de qué se trata y si usted amigo lector no lo sabe, averigüe pero guarde el secreto, porque si no daremos por tierra con este código tan nuestro. La cuestión es que a este poblador, le habían dicho desde el pueblo:

- Mirá, nosotros el lunes, te vamos a poner el aviso. Cuando digan la hora a la que te pasamos a buscar, en realidad, es la cantidad de "lo convenido", que tenés que preparar. Así fue como llevaron a la radio el aviso que decía: “A JOSÉ, DE LAS BALLAS, QUE EL LUNES LO PASAN A BUSCAR A LAS 2…” La operación marchaba sobre rieles, hasta que llegó el momento de leer el social, el que cayó en manos de un locutor con deseos de propalar lo más académicamente posible el aviso. Salió así: “A JOSÉ, DE LAS BALLAS, QUE EL LUNES LO PASAN A BUSCAR A LAS 14…” Imaginen la cantidad de "lo convenido" que preparó el otro…

 

      A Ricardo de Coquelén, que el lunes espere con los lienzos abajo. Lo pasan a buscar (no sea mal pensado lector, que son los lienzos de lana).

 

 

 

 

¡QUÉ CONFUSIÓN!

 

 

 

      Cuando los militares tomaron por asalto el poder, en 1976, una de las primeras medidas fue intervenir las radios y canales de TV. Prontito cayó un interventor a Radio Bariloche, que no sabía ni el nombre del personal. Una noche, llamó a la emisora y se produjo el siguiente diálogo:

* Radio, buenas noches.

* ¿Quién habla ahí?

* Moreno, el sereno.

* ¿Qué Moreno?

* Belgrano.

* ... ??? ¿Hay alguien más ahí?

* Sí, el operador.

* ¿Quién es?

* San Martín.

* tuuu ... tuuu ... tuuu ...

 

      A los diez minutos, “hervía” la emisora de milicos, con el interventor a la cabeza, convencido que le habían estado haciendo una broma, o que había sido tomado el edificio.

Costó convencerlo que se trataba del querido Belgrano Angel Moreno, después apodado “Manolo”, y de Rubén San Martín, operador de turno.

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